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Jueves, 25 de Abril de 2024

Escribe Carlos Armando Cardozo

Da la mismo, cuesta igual

OPINIÓN | 19 Sep 2018

Posterior a la inauguración de la planta de energía fotovoltaica en Uyuni (Potosí) a cargo del Presidente Morales, mucho se ha hablado acerca de los grandes avances de Bolivia en materia de energías renovables.

Personalmente me manifiesto crítico en sentido que se está lejos de cumplir las proyecciones de ENDE en cuanto a reconvertir la matriz energética al 2025 con una clara priorización del sector hidroeléctrico relegando el verdadero potencial del país en materia de energía solar, eólica, biomasa y geotérmica. 

Cuando hablamos de la energía solar en particular que valga decir a 2017 teníamos una potencia instalada de tan solo 73 MW en Bolivia, debemos hacer hincapié en las incoherencias en la visión del Gobierno cuando invierte en plantas fotovoltaicas como la de Uyuni. Para empezar, debemos señalar dos características importantes de las energías renovables en general: la primera y más obvia es que estas son limpias, en tanto no generan emisiones nocivas de gases que aceleran el efecto invernadero, contaminación ambiental y producen la “lluvia ácida”, como el dióxido de carbono (CO2) dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2) entre los más importantes. La segunda su costo frente a las fuentes de energía impulsadas por la quema de combustibles fósiles son inferiores.

En el caso de nuestro país vemos que las grandes inversiones en plantas de energía fotovoltaica se encuentran conectadas al Sistema Interconectado Nacional de Energía Eléctrica, una situación por demás curiosa en sentido que el precio por Kw/hora seguirá el mismo comportamiento que la energía producida a partir de las termoeléctricas impulsadas por mayoritariamente por gas natural y diésel en menor medida. En síntesis, la ventaja competitiva de la energía solar en materia de precios no llega a beneficiar a los usuarios finales en sus domicilios o industrias, puesto que la tarifa única es la que predomina, misma que se calcula en base a los elevados costes de generación de las fuentes de energía tradicional.

Según Hortensia Jiménez (Viceministra de Electricidad y Energías Alternativas, 2013), los bolivianos pagábamos en ese entonces una tarifa subsidiada de 0,60 Bs por Kw/hora en la categoría residencial y 0,40 Bs por Kw/hora en la categoría industrial. Jiménez manifestaba que el subsidio a las industrias era una política de Gobierno para beneficiar a los empresarios e impulsar su desarrollo, sector que en ese entonces se oponía al pago del Doble Aguinaldo. La subvención asumida por el Gobierno ascendía a un 150% de las tarifas de energía eléctrica impulsada por el uso de gas natural. Los precios sin subvención tendrían un valor de 1,50 Bs. y 1,00 Bs. por kw/hora para ambas categorías aplicando las cifras de Jiménez.

El año 2017 sería el Ministro de Energías, Rafael Alarcón, quien daría a conocer un alza en las tarifas de energía eléctrica de 0,5%, la misma que se enfocó en el consumo domiciliario. Adicionalmente se estableció dos incrementos complementarios para aquellos que sobrepasaran el consumo de 500 y 1.000 Kw/hora que fueron de 2,3% y 11% respectivamente. Insólito 4 años antes el Gobierno reconocía que se subvencionaba las tarifas de energía eléctrica y ahora Alarcón vertía de manera elocuente lo siguiente: “No podemos seguir subvencionando para que algunos domicilios estén calentando el agua de sus piscinas, así de simple es el tema”. El cambio repentino se debe inequívocamente a las condiciones económicas del país al tener un sector hidrocarburos sin capacidad de reposición de los yacimientos de explotación y una producción en declive a falta de nuevos descubrimientos.

Ante este panorama ¿Por qué no despegan las energías alternativas, específicamente la energía solar? Cuando otros países petroleros similares al nuestro como México han abrazado los mecanismos de desarrollo limpio. En la última subasta de energía eléctrica celebrada en México en noviembre del año 2017 (en su tercera versión) se llegó al precio mínimo record de energía solar, 1,77 centavos de dólar por Kw/hora, que tuvieron un comportamiento a la baja como se detalla a continuación: 8,3 centavos de dólar (2013), 5,84 centavos de dólar (2014), 4,97 centavos de dólar (2015) y 2,42 centavos de dólar (2016) por Kw/hora (Fuente: Electrek, 2017).

Usted se preguntará ¿cómo relacionó estos datos con el caso boliviano? Pues bien, si uno convierte los valores de las tarifas eléctricas subsidiadas y sin subsidio a dólares americanos tendría que la energía eléctrica en Bolivia es casi 9 veces más cara que la energía que podríamos estar consumiendo a través de las fuentes solares, es decir en Bolivia con fuentes renovables y no renovables pagamos una tarifa de 9 centavos de dólar por Kw/hora subsidiada. Misma que sin subsidio asciende a 22 centavos de dólar (precio real). Estos últimos datos comparativos al año 2017, con el incremento del 0,5% implementado.

Para el año 2013 aún con el subsidio que nos “beneficiaba” manteníamos un costo de generación por encima de los precios mínimos record alcanzados por la energía solar (8,3 centavos de dólar por Kw/hora). Vean que subsidiado el Kw/hora tenía una tarifa de 9 centavos de dólar que realmente ascendía de 22 centavos de dólar, costo asumido por el Gobierno. Siendo un país gasífero no fuimos capaces de bajar las tarifas eléctricas, teniendo la disponibilidad del combustible para las numerosas termoeléctricas que generan nuestra energía (65% del total de la matriz energética de Bolivia, Memorial Anual 2017 ENDE).

Me permito señalar al Gobierno como el principal obstáculo de cara al desarrollo de las energía alternativas en nuestro país y fundamento mi posición con los siguientes puntos: 1) El Gobierno tiene el monopolio de la generación de energía eléctrica 2) No existe legislación o normativa que permita la generación distribuida de energía eléctrica como la proveniente de la radiación solar de manera privada 3) No existen mecanismos de venta de excedentes energía eléctrica desde privados hacia el Sistema Interconectado Nacional 4) No se propician mercados de subastas dentro de los Mecanismos de Desarrollo Limpios a los cuales el Gobierno renuncia priorizando una agenda de explotación de combustibles fósiles y construcción de mega hidroeléctricas que vulneran los derechos de pueblos indígenas campesinos y ponen en riesgo la intangibilidad de grandes ecosistemas y la supervivencia de toda la biodiversidad que ahí vive.

La próxima vez que escuche un anuncio sobre inversiones en energías alternativas, busque su factura de luz y vea si en verdad las tarifas se reducen. Si no lo hacen, simple y llanamente es porque al Estado no le interesa ni su bolsillo ni su calidad de vida.

//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA ES ECONOMISTA, MÁSTER EN DESARROLLO SOSTENIBLE Y CAMBIO CLIMÁTICO Y PRESIDENTE DE FUNDACIÓN LOZANÍA//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN// 

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