Escribe Carlos Armando Cardozo

¿Triunfa la derecha o pierde la izquierda en Brasil?

Escribe Carlos Armando Cardozo

OPINIÓN | 31 Oct 2018

Parecería una obviedad señalar en lo preliminar que si la derecha gana pierda la izquierda, sin embargo, el objetivo entorno a la interrogante es reflexionar sobre la naturaleza del resultado de las 2da vuelta en Brasil. Mérito de la derecha como alternativa o resultado del desgaste progresivo y sistemático de la izquierda encarnada en el Partido de los Trabajadores (PT).

Brasil, que finalmente se inclinó por Jair Bolsonaro con el 55% de los votos, mantuvo expectantes a muchos países de la región y el mundo, el desenlace de las elecciones en este país, envió en un sentido estrictamente simbólico una señal de cambio de timón, dado que el país carioca era uno de los últimos rezagos de los gobiernos “progresistas” o mal llamado socialismo del Siglo XXI relevantes en la región. El giro de timón latinoamericano termino por configurarse a pesar de algunas salvedades como Bolivia y Nicaragua donde Morales y Ortega se aferran al poder con uñas y dientes, con muertes de por medio.

Si uno revisa algunos análisis previos a estas elecciones presidenciales en el Brasil, como el excelente artículo de Rolando Astarita (Brasil: la economía del PT, Publicado: 12/04/18) haciendo un repaso a la economía durante 13 años de PT, es posible develar la verdadera naturaleza de los “logros” en la política pública de las administraciones de Lula da Silva y su sucesora Dilma Rousseff. Lula promovió un modelo de desarrollo bajo las mismas condiciones e instrumentos de los gobiernos neoliberales que lo antecedieron, como subir las tasas de interés para atraer capitales externos, manejar políticas de superávits fiscales, capitalizar los contextos internacionales favorables a partir de precios internacionales extraordinarios que desviaron la atención de la inversión pública de los sectores manufactureros a los sectores primario exportadores de commodities, entre otros.

Los 26 millones de brasileños que “salieron” del umbral de pobreza, (ingresos por debajo de 2,5 dólares diarios) fueron financiados por uno de los tantos programas sociales implementados, Bolsa Familia, acompañados de continuos incrementos al salario mínimo nacional que se tradujeron en modestas reducciones de la brecha social respecto a los ingresos altos y bajos en el Brasil.

Lula optó por la conciliación y la negociación en lugar de enfrentar y romper relaciones con las viejas oligarquías económicas, políticas y mediáticas tal cual lo señala el artículo de Esther Solano Gallego (Brasil: la caída del PT y el ascenso conservador, Nueva Sociedad, Edición: noviembre-diciembre 2016), Solano manifiesta que la estrategia del “lulismo” fue en parte el detonante de su debacle puesto que el distanciamiento del PT de su base social fue tal que sistemáticamente las viejas oligarquías posicionaron sus intereses por encima de cualquier reivindicación social de aquellos que en su momento impulsaron a Lula y compañía.

Hoy la elección del flamante presidente Bolsonaro no es más que el reflejo del debilitamiento del PT, recoge el voto de repudio al fracaso y agotamiento del PT como alternativa política, más que significar un voto de confianza a la derecha conservadora. A pesar de los esfuerzos del PT por habilitar a Lula da Silva como su candidato, el escándalo de Lava Jato y las innumerables denuncias de corrupción en su contra, pudieron más y terminaron por herir de muerte a su partido, ya sin candidato sin propuesta y sin apoyo se enfilaban a lo que parecía una derrota casi esperada.

Bolsonaro pudo capitalizar ese descontento generalizado para encumbrarse como el nuevo mandatario en el Brasil. Más allá de las incendiarias declaraciones vertidas en las que se lo califica de misógino, homofóbico, discriminador y autoritario, el hombre del PSL prometió gobernar con la Constitución bajo el brazo; personalmente creo que el discurso incendiario quedará en eso, y las actitudes serán mesuradas y moderadas tal cual ocurrió con Donald Trump, que bajo el tono de su discurso conforme fue iniciando su gobierno en Estados Unidos.

Bolsonaro y la relación con Bolivia

Considero que las relaciones entre Brasil-Bolivia giraran entorno a 3 ejes: el primer eje Narcotráfico: Bolsonaro llega con el compromiso de atender con prioridad la inseguridad en el Brasil, en buena medida alimentada por esta actividad. Bolivia como bien señale en anteriores artículos se constituye en un riesgo para sus países vecinos, dado que el narcotráfico campea en nuestro territorio frente a una actitud casi displicente del Estado boliviano que solo atina a minimizar este problema. En ese contexto el nuevo gobierno del Brasil buscará consolidar un estricto control de sus fronteras con Bolivia, tal cual lo hizo Argentina cuando no hace mucho militarizo las fronteras que comparte con nuestro país. El narcotráfico será un tema central para Bolsonaro para atacar la inseguridad en el Brasil, en ese sentido demandará más compromiso de su par boliviano en el marco de la cooperación en la lucha contra el narcotráfico.

Segundo Eje, la negociación de los nuevos contratos de venta de gas: Bolsonaro abiertamente ha manifestado su escepticismo frente al Cambio Climático y el rol de las acciones del ser humano sobre el Medio Ambiente. Es de esperar que considere implementar una política de inversión en actividades extractivistas; si el extractivismo tiene luz verde en el Brasil, Bolsonaro podría ver con buenos ojos la explotación de alternativas energéticas como los biocombustibles e incluso los hidrocarburos que llenaría de incertidumbre la renegociación de contratos de venta de gas entre ambos países.

Finalmente, el Tercer Eje, los Megaproyectos: el desarrollo de mega represas en la cuenca del Amazonas para proveer de energía a las industrias de acero del Brasil, tendrían con Bolsonaro grandes probabilidades de concretarse como bálsamo a una economía alicaída luego de 13 años de manejo discrecional de las finanzas públicas durante los gobiernos de Lula y Dilma.

Así también el tren bioceánico todavía en discusión y tratativas entre países como Brasil, Paraguay, Perú, Uruguay y Bolivia centrará la atención de la región; Chile ya ha manifestado públicamente a través de su presidente, Sebastián Piñera, la oferta de una alternativa al tren bioceánico que excluiría a Bolivia y daría acceso al Brasil a los puertos chilenos en el Pacífico, los acercamientos entre Bolsonaro y Piñera contemplan este y otros temas bilaterales.

Bolsonaro asumirá en enero del 2019, más allá de las voces alarmistas en nuestro país que vaticinan un régimen autoritario que violente las libertades y derechos individuales en el Brasil, valdría la pena encarar nuestras relaciones bilaterales desde una perspectiva amplia en base a intereses comunes en lugar de las claras diferencias ideológicas y programáticas.
Lo correcto en este caso, sería dar a Bolsonaro el beneficio de la duda.

//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA ES ECONOMISTA, MÁSTER EN DESARROLLO SOSTENIBLE Y CAMBIO CLIMÁTICO Y PRESIDENTE DE FUNDACIÓN LOZANÍA//

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