Por: Marcelo Ostria - Trigo
OPINIÓN | 10 Jul 2019
La pasada semana no le fue bien al presidente venezolano. Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, presentó al Consejo de Derechos Humanos de la Organización, el informe de su visita a Venezuela, que tuvo como tarea recoger información sobre las violaciones de los derechos humanos cometidas por los organismos de represión del gobierno de Maduro.
El informe es demoledor. Muestra que la violencia, las torturas, el encarcelamiento y hasta las ejecuciones de opositores, no tienen parangón en la historia de nuestro continente; y vaya que hubo tiranos feroces.
Lo que encontró la misión de Bachelet, coincide con una infinidad de denuncias de organizaciones nacionales e internacionales, de personas perseguidas que consiguieron salir del país y de presos que hicieron saber de su condición precaria y de las torturas a las que de los somete, de las detenciones arbitrarias y de su indefensión ante una justicia al servicio del régimen. Y vino un ejemplo –muy penoso, por cierto– se supo de las causas de la muerte del capitán de corbeta de la armada de Venezuela, Rafael Acosta Arévalo, luego de ser torturado salvajemente por los esbirros del chavismo. Este militar fue "aplastado y electrocutado". Acosta Arévalo, "murió a causa de un edema cerebral severo debido a rabdomiólisis por politraumatismo generalizado. El militar fue secuestrado por la dictadura chavista el 22 de junio pasado y su asesinato se confirmó una semana después". (Infobae, 3 de julio de 2019).
Lo que sucede en Venezuela, ya no puede ser tolerado; la indignación es general. No se trata solamente de un informe, sino de una condena de quienes no admiten que se oculte la ferocidad de un régimen empeñado en continuar oprimiendo a su pueblo. No hay cabida para la búsqueda de justificativos ante la violencia que ha cobrado la vida de tantos ciudadanos -se dice que son cerca de 7.000-, y que ha encarcelado y mantiene en las prisiones a cientos en condiciones infrahumanas.
Maduro sabe que se ha complicado aún más con el informe de la Alta Comisionada Bachelet y con la trágica muerte del Capitán Acosta Arévalo en manos de sus esbirros. Por eso, como si fuera tan simple, acaba de liberar a 20 presos políticos, dejando a cientos en las terribles cárceles del chavismo. Esto no le va a servir de justificación.
¿Será que persistan algunos gobiernos en defender esta tiranía? Esto equivaldría a anunciar que se puede hacer lo mismo para perdurar en el poder. Lo cierto es que la corriente populista y Maduro están al borde del abismo. Es que "no hay mal que dure cien años", como dice el refrán popular.
//*MARCELO OSTRIA-TRIGO es diplomático de carrera, ex embajador y escritor//
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