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Viernes, 19 de Abril de 2024

Escribe Maggy Talavera

Ni un paso atrás

OPINIÓN | 15 Dic 2019

Lo siento, mi querido Bobby McFerrin, pero estos días no están para ir por ahí tarareando como si nada “don’t worry, be happy”. Y no es no que no haya motivos para estar feliz. Lo que pasa es que sobran razones para preocuparse. Y no, no vengan a sermonearme con eso de que deje de ver el vaso medio vacío, en vez de verlo medio lleno. Solo veo la realidad como es: el vaso está por la mitad, ni medio lleno, ni medio vacío.

Dejando de lado el sentido figurado, da para decir que hay cincuenta por ciento de razones para estar feliz con lo que ocurre en Bolivia, y otro tanto para alimentar preocupaciones.

Entre los motivos para celebrar, sin duda está el freno puesto al proyecto totalitario de la cúpula masista que gobernó al país en los últimos casi 14 años. Un freno insospechado en octubre, tres meses antes de que feneciera su tercer mandato, y con un saldo negativo a lamentar, pero no en la dimensión pretendida por esa misma cúpula, que nunca dejó de apostar a la violencia extrema bajo el grito de “guerra civil”. Una celebración resistida por supuesto por las bases masistas, que continúan siendo arengadas por Morales, el huido que está loco por volver. Pero celebración, al fin, para una gran mayoría de bolivianos.

Celebración también merece el alivio visto incluso en gran parte de esa masa de 400 mil funcionarios públicos, sobre todo los que están en funciones por méritos personales y no por el dedazo del exjefazo. Alivio compartido por gente de los más diversos sectores de la sociedad civil, que ha comenzado a vivenciar en carne propia los beneficios de no tener el kichute del jefazo sobre la cabeza. No siempre fue una presión directa: el kichute pisaba primero sobre autoridades judiciales, policiales, fiscales o sobre subalternos del SIN, de la Contraloría, de las diferentes reparticiones de control estatal. El tema de la Justicia es el más notorio: vemos presos liberados tras años de encarcelamiento o procesos injustos.

Pero, así como hay esos y más motivos para alegrarse, hay también otros para dormir con un ojo abierto. Una de esas preocupaciones es ver que hay taras heredadas del masismo y otras patológicas nomás. Entre varias, la de la intolerancia, llave que abre varias puertas hacia cuartos oscuros, calabozos o plazas virtuales para la quema de “herejes”, así entre comillas, porque en realidad se trata de personas que están dispuestas a no dar un paso atrás en el recuperado terreno de las libertades de pensamiento y de expresión. Esta es la amenaza hasta hoy más evidente en el inicio de lo que promete ser un verdadero proceso hacia el cambio. Cayó el jefazo del MAS, pero parecen estar emergiendo otros que dicen ser sus antagónicos, aunque ya comienzan a reeditar algunas prácticas perversas de Evo.

Preocupa también ver que se repiten actuaciones políticas del pasado reciente, criticadas y censuradas. Es como si de repente hubieran olvidado todas las malas experiencias que desembocaron en el ascenso del MAS al poder. O como si una herencia maldita corriera por las venas no apenas de los viejos lobos de mar de la política boliviana, sino también de los que recién llegan con ropajes nuevos y credenciales de juventud. Y ojo: no se trata de pretender la perfección y pureza al ciento por ciento, porque eso tampoco es real. De lo que se trata es de comenzar con pie derecho, con la determinación de romper las taras del masismo y de quienes le antecedieron en el poder. Tampoco es pedir mucho, no es tarea imposible. Basta una buena cuota de sentido común y coherencia. Y ya está.

En el fondo, preocupa que el extraordinario capital social acumulado en los últimos meses y que se manifestó con todo su potencial en las tres semanas que separaron la elección fraudulenta del 20 de octubre del día de la renuncia de Morales, el 10 de noviembre, vaya al tacho. Preocupa que la fuerza que mueve montañas, y que se traduce en esperanzas de días mejores, se desactive. Un extremo que sería fatal en este momento, cuando Bolivia apenas está dando los primeros pasos para comenzar a revertir, de verdad, el perverso y nocivo periodo de retroceso democrático vivido en la última década y media.

//*MAGGY TALAVERA es periodista y directora de Periodismo sin Photoshop//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN// 

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