Escribe Hugo Balderrama

Miente, miente, que algo queda

Escribe Hugo Balderrama

OPINIÓN | 30 Jul 2021

Muchos aseguran que fue Goebbels (ministro de propaganda del régimen NAZI) quien invento la frase. Sin embargo, Medion de Larisa, consejero de Alejandro Magno, y Voltaire ya la habían utilizado. Lo más probable es que sea tan antigua como la mentira misma.

Lo cierto es que la máxima que estamos analizando es, sin lugar a duda, una de las más usadas en todos los aspectos humanos. Empero, sobre todo los últimos quince años, cobra relevancia en el ambiente político boliviano. Veamos los porqués.

Al comenzar los años 90, la izquierda se había quedado sin soporte económico —la URSS ya no existía— ni bandera ideológica. Fue en ese contexto donde los intelectuales socialistas —reagrupados en el Foro de Sao Paulo— echaron mano de los temas y personajes más variopintos, entre ellos, Evo Morales.

Una vez seleccionado el jefe cocalero, faltaba un instrumento que permita construir lobby con universidades y medios de prensa. Entonces, recurrieron a la creación de las ONGs. Instituciones —que bajo el paraguas de una entrañable preocupación por los «pobres» e «indígenas»— permitieron rearticularse a toda la tropa izquierdista alrededor de periodistas y entes educativos. Asimismo, acceder a los fondos provistos por magnates de la filantropía revolucionaria como George Soros.

Emilio Martínez, autor del libro Ciudadano X, en una entrevista al periódico Página siete, manifestó lo siguiente: «Lo que hablo sobre Evo y Soros es más una cuestión de apoyo político, antes de su llegada a la presidencia, de cómo varias ONGs ligadas a Soros fueron promoviendo a Morales en los distintos foros internacionales, llevándolo a distintos eventos».

Por su parte, Pablo Stefanoni (politólogo argentino muy ligado al fenómeno cocalero) confiesa lo siguiente: «Desde los 80, en Bolivia diversas instituciones y ONGs comienzan a mostrar una creciente preocupación por el medio ambiente y la defensa de los pueblos indígenas. Proceso que se ve fortalecido por el surgimiento de los cocaleros y su defensa de la ‘hoja sagrada’».

Es evidente que Evo Morales representante de los indígenas fue la primera gran mentira construida por el MAS en su carrera al poder. Debemos admitir que tuvieron éxito. Puesto que convirtieron a un iletrado en unos de los mayores exponentes de la izquierda latinoamericana.

Una vez instaurado en el poder, empezaron las nacionalizaciones de las empresas petroleras y la apropiación de la renta gasífera. Entonces, con los dineros provenientes de la venta de gas a precios artificialmente altos y una manipulación abusiva de las tasas de interés, el régimen de Morales empezó la construcción de la segunda gran mentira: «el milagro económico boliviano».

Pero no fue ni milagro ni económico, sino la suma de tres macroburbujas (estatal, financiera y empresarial). De hecho, para el 2018, antes de la renuncia de Morales a la presidencia, la economía Bolivia empezaba un proceso de desaceleración (agudizado por la pandemia del COVID-19 en el 2020).

Pero sigamos con la tercera mentira.

Aun cuando, Evo Morales se jactaba de «gobernar obedeciendo al pueblo», el 28 de noviembre del 2017 —después de perder el referéndum del año anterior— el Tribunal Constitucional Plurinacional, mediante sentencia 084/2017, lo habilitó para repostularse al cargo sin límite de periodos.

El MAS argumentó que el Pacto de San José —sobre el cual se basó la sentencia— no menciona la cantidad de reelecciones como motivo de restricción a la candidatura. Por ende, Morales tenía el «derecho» a la reelección indefinida.

Lo anterior nos lleva a la cuarta parte del embuste.

Para ser reelecto para un cuarto mandato consecutivo en las elecciones de octubre 2019, cuando la CPE solo admite dos, el cocalero necesitaba una diferencia de al menos diez puntos sobre el segundo candidato, en este caso Carlos Mesa.

Hasta el 83% del escrutiño de actas mediante el sistema de conteo rápido (TREP) daba 43,9% para Morales y 39,4% para Mesa. Ergo, debía llamarse a balotaje para el 15 de diciembre de 2019 —incluso encuestadoras y medios de comunicación afines al régimen también lo afirmaban—.

No obstante, luego de la paralización del TREP, el único que subía cada día su porcentaje era Morales. Mientras que Mesa se mantenía estático, y luego caía un par de puntos, suficientes para «perder» la elección. En términos simples, fueron 31000 votos (0,57%) del total de validos que se usaron para robarle a Bolivia la paz y la libertad.

Esa fue la verdadera razón para que la población salga a las calles durante 21 días. Es a esa población, a la que Morales menosprecia con los términos de «racistas» y «golpistas», y hoy —tomando como base un informe de la universidad de Salamanca— pretende volver a engañar cerrando el caso del monumental fraude electoral del 2019.

Pero como las mentiras tienen patas cortas, además, que la mayoría de la población de mi país no se traga el cuento del «golpe», el verdadero objetivo de esta nueva tramoya es aplanarle el camino de regreso a la silla presidencial a Morales, incluso antes del 2025.

Empero, se equivocaron otra vez, porque en Bolivia nadie se cansa ni nadie se rinde.

//*HUGO BALDERRAMA FERRUFINO ES ECONOMISTA, MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//