Escribe Carlos Armando Cardozo
OPINIÓN | 20 Oct 2021
La banda mexicana sacó hace 25 años su primer disco, ¿Dónde jugarán las niñas? (1997), el himno de todo un continente, Gimme the power, que es una abierta crítica a la clase política corrupta que somete a sus ciudadanos de muchas formas mientras estos se pavonean y enriquecen en sus propios términos dejando relegados no solo a sus gobernados sino reduciendo progresivamente sus libertades a cambio de “migajas”.
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Luis Arce Catacora, vive 30 años a costa de la función pública. Curiosamente este detalle no era de conocimiento de muchos bolivianos, lo cierto es que fue un funcionario “técnico” durante los gobiernos neoliberales de Victor Paz Estenssoro, Jaime Paz Zamora, Gonzalo Sánchez de Lozada, Hugo Banzer Suárez, Jorge Tuto Quiroga, Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez Veltzé. (Página Siete, 19 de octubre de 2021).
¿Cuál el problema? dirán muchos, emulando al diputado oficialista Juanito Ángulo. El problema, señores, es que este señor es presidente del Estado “Plurinacional” de Bolivia, y mal o bien representa al Gobierno Nacional. Una persona con el desparpajo de haber hecho sus principales armas y experiencia dentro de un sistema totalmente antagónico con su espíritu revolucionario marxista hoy viene a rasgarse las vestiduras maldiciendo el pasado como si no hubiera formado parte de él.
La explicación de Juanito es bastante práctica, era técnico no formó parte de las esferas directivas que tomaban las verdaderas decisiones. Lo que el diputado no logra reconocer que mencionar algo de semejante calibre simplemente evidencia que Luis Arce Catacora era un simple empleado más, un funcionario como cualquier otro, ni brillante ni exitoso, ni capaz ni reconocido. Un burócrata vaya.
Escuchar que el señor paso de ser un burócrata más a ser ministro de Economía y Finanzas, empieza a cobrar sentido, porque luego de su reinado a cargo de las finanzas públicas, el resultado bien condice con el nivel de “experiencia” del autor del “milagro boliviano”. Hoy este señor es presidente, sin ningún tipo de liderazgo, tartamudea en el acto central de su gobierno, rodeado de sus burócratas que no llenan un coliseo, si de esos que construyen como tótems de su gestión. El olvido no condice con el ego de la clase política.
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Lo que a Molotov le sobra a Arce le falta, sinceridad e integridad. ¿Por qué las letras de un grupo de rock irreverente calaron tanto la sociedad latinoamericana? Porque son auténticas. Al frente tenemos las ideas alquiladas de Arce y los resabios del Socialismo de SXXI que no pasan de construcciones mentales propias de algún estudiante con más de 15 años encima en la facultad de humanidades.
Soluciones para problemas que nadie más aparte de ellos reconoce abiertamente, simplemente porque responden más a prejuicios exacerbados por la envidia del que es incapaz de crear, componer, redactar, elaborar o manufacturar para servir a las expectativas de otro individuo.
Si Arce escuchará a Molotov se reconocería, en ese imaginario del político promedio en Latinoamérica <
Los ciudadanos por nuestra parte, bien necesitaríamos despertar de nuestro letargo porque <
La búsqueda por la verdad, y no la verdad cómoda que encontramos en los medios paraestatales son cruciales para sortear las cortinas de humo, no vivimos en un paraíso, no estamos en proceso de reactivar la economía, el bolsillo del ciudadano y su espíritu combativo son los principales obstáculos para que el proyecto totalitario de miseria y dominación puedan evitar así el cierre de ciclo.
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Ningún boliviano tiene el deseo de asesinar al presidente, y más si es Arce, la gente no quiere muerte, solo justicia y que los verdaderos cómplices y autores materiales del mayor robo realizado a un país sientan en carne propia como la libertad se escurre de sus manos, la soberbia del pasado pasará a ser un simple eco que retumbe en lo lúgubre y frío de una celda. El escenario perfecto para que la clase política dispute el verdadero y último de sus enfrentamientos, aquel entre ellos y sus demonios internos.
Las ideas trascienden, y las libertades individuales del ciudadano no claudicaran jamás, por más intentos de imponer una realidad discursiva que arrastre a las masas por las sendas del exterminio. Cuando el silencio sea su única alternativa ante la evidencia aplastante de una realidad que simplemente no es la suya, terminará por desarmar cualquier discurso vano por defender lo indefendible.
Recuerden señores del MAS <
¡Bolivia no es una propiedad, Bolivia son sus ciudadanos y cada uno de ellos es dueño de su destino!
//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA ES ECONOMISTA, MÁSTER EN DESARROLLO SOSTENIBLE Y CAMBIO CLIMÁTICO Y PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN LOZANÍA//
//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//
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